Los hojalateros pertenecieron a un oficio ambulante que recorría los pueblos arreglando objetos de hojalata, o haciéndolos nuevos, como embudos, aceiteras y similares. Desaparecido el oficio itinerante, se refugiaron en los arrabales de la capital, sin más objetivo que la pura supervivencia. Eduardo Galeano escribió: «¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones ...
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