En un país sin nombre –una pequeña monarquía fronteriza con Alemania– el embajador soviético admite con orgullo que no necesita organizar una red de espías porque los espías acuden voluntariamente a él. En este ambiente, el narrador de la historia, varias veces ministro del Interior, no sólo tiene que velar por el equilibrio político: debe hacerse cargo también de la educación de su nieto ...