«En 2001 me di cuenta del desastre que se cernía. La situación del vino empeoraba a ojos vistas. A menos que eligiese con cuidado, todos los vinos que probaba explotaban en mi paladar y se convertían en una bomba frutal y pegajosa, dominada por la vainilla y las almendras aplastadas, toqueteada y amañada por la tecnología y la química. Ése no era el tipo ...