El día que el hijo de Kenneth Grahame, Alastair, cumplía cuatro años, lloraba desconsoladamente. Su padre prometió contarle todos los cuentos que quisiera. El hijo escogió a los protagonistas y el padre aceptó el desafío. Y estuvo contándole aventuras hasta las doce de la noche. Siguió con estas aventuras muchas noches de los tres siguientes años. El resultado fue la aparición en 1908, de ...