Jerusalén es una ciudad que subyuga, que apasiona, que duele. Tiene demasiada carga histórica, política y religiosa. Allí ha ocurrido todo, por ella han pasado todos.
La primera vez que llegué a esa ciudad lo hice desde la mirada del turista y me deslumbraron sus fuertes contrastes, sus dilemas irresueltos, pero, sobre todo, la belleza que sobrevive tras milenios de existencia y mística con todo ...
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