Señor, líbrame de la muerte eterna.
Yo que siempre creí
en un final
con azoteas luminosas,
hoy dudo.
¿Fue cierta
aquella madrugada
entre la nieve
en un país extraño?
¿Te contemplé una vez
entre las sábanas tendidas?
¿Fue cierta
la tibieza de madriguera
de mi niñez,
el cuerpo de mi hermana
junto a mi cuerpo?
¿Grité feliz
como un blanco animal
sobre una cama?
¿Escuché un día
los latidos de Ruth?
Acalla todo pensamiento, Señor,
devuélveme
el estremecimiento
ante una nuca demasiado hermosa,
dale a mi pulso
irregularidades.
Perdida estoy, Señor,
cógeme ...
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