Cuando Bruno no tenía inglés, ballet, violín ni yudo, se aburría, se aburría mucho. Y el tiempo se estiraba como un chicle de fresa. Entonces se dedicaba a perseguir a papá y a mamá por la casa repitiendo sin parar: "Me aburro como un burro". Menos mal que en una visita a su abuelo, Bruno descubrió un maravilloso secreto contra el aburrimiento. ¿Quieres conocerlo ...