Sucedió una luna llena,
 luna de noche serena.
 El primero que lo vio
 fue mi perro, Rococó.
 «¡Calla, no ladres! ¡Tranquilo!»,
 dije en mi elegante estilo.
 Pero él siguió su concierto
 de ladridos hacia el huerto.
 Entonces, una ancianita
 centenaria y pequeñita
 dijo con gran emoción:
 «¡Leñe, si falta un limón!». 
 Y otro voló días después,
 y un tercero como al mes...