Acónitos, hospitalero, ribazo, palmatoria, saso, rejolas... Agua quieta es una fiesta del lenguaje, un libro para guardarlo en la recocina de la memoria. Conviven en él, en recóndita armonía, entre viaje y viaje, los sms con las carnicerías de caballo, recuerdos de cuando la gente moría de gangrena o se examinaba de reválida, con un casi tratado de botánica de la flora de Aragón ...