EL LUGAR, LA IMAGEN

EL LUGAR, LA IMAGEN.

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El libro de poemas de Ruy Ventura El lugar, la imagen, pertenece a la serie “Letras portuguesas”, en la que la Editora Regional de Extremadura irá presentando algunas de las voces fundamentales de la última literatura del país vecino: poesía, narrativa, ensayo...
Esta edición, bilingüe, cuenta con una traducción al castellano de Antonio Sáez Delgado (Cáceres, 1970), poeta, ensayista y prestigioso traductor y profesor de la Universidad de Évora.

Una cita de Bernardo Soares, heterónimo de Pessoa y “autor” del Libro del desasosiego, abre este libro: “Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”. Y en torno a estas palabras se articula el poemario de Ruy Ventura, uno de los nombres más interesantes de la nueva poesía portuguesa: la imagen, parece decirnos, también puede ser “interior”, es decir, no construida con la mirada sino con las vivencias, con los lugares visitados, vividos, siempre con una carga de pasado, de atemporalidad, y, casi, de sacralidad: un fuerte (el de Portinho da Arrábida, el de Aveyron...), una iglesia (la de Portalegre), un castillo (el de Sesimbra, el de Carreiras, el de Valencia de Alcántara...), una torre (la de las Jerónimas, en Trujillo)... Y no sólo lugares: también objetos, objetos “contemplados” (una escultura antigua, una talla de madera...)
Los paisajes -los lugares- son proyectados en la escritura con un distanciamiento y una dicción (siempre esa combinación: las formas populares y la vanguardia, digamos, tradicional) que los hace más verdaderos y duraderos: la emoción siempre contenida, y las palabras siempre en voz baja. La huella que deja esta poesía tiene que ver tanto con lo dicho como con lo no dicho. Sirvan como ejemplo unos versos del poema “regreso”, que nacieron, como señala Ventura en una nota al pie, al contemplar una escultura del legendario rey portugués Don Sebastián, un verdadero mito, más sentimental que heroico, en su país: “dejaste en la piedra / tu mirada sin sombra / para soportar mejor / el peso de los hombros, / recuperando la ceniza / que quedó sobre el océano”. Y una estela funeraria romana hallada en Mérida provoca estos otros, del poema “memoria”: “oigo mal el sonido del laúd en tu casa. / no puedo ver la paloma / que vuela sobre la ceniza, / en el sepulcro de la ruina y de este alma. / he exhumado con los ojos / el mosaico que rodeaba, quizá, a ese corazón / –sumergido en el agua y la melodía. // siglos después, encuentro ese rostro / tan pronto escondido. / dibujado en el mármol. / como en una fotografía. / esa sonrisa excavando la penumbra de la nave // la iluminación de las lágrimas / en el interior del cristal”.