SAVANNAH BAY

Somos sostenidos por historias que nadie cuenta. Algunas sencillamente nos resultan desconocidas; otras, por su parte, se nos quedan alojadas en la garganta, negándose a ser escuchadas por otros. Es una de estas historias la que recorre Savannah Bay ?una historia que sus dos personajes conocen, pero que ninguna se atreve a relatar, más que por trozos. Una historia que las enlaza y las ata, que las apresa y las obliga a un vínculo donde se superponen Jo filial y lo erótico, donde los papeles se dislocan, se intercambian. Una historia a medias sumergida en el olvido, que siempre surge borrosa, con los rasgos trastocados por los años y el dolor.
Pero Savannah Bay es mucho más que esto: en ella también se escenifica una reflexión sobre lo que significa actuar, sobre la naturaleza misma del teatro. Y sobre algo que pertenece a cualquier ser humano: qué significa contar una historia, y cuánto de nosotros se va en ese acto cuando lo hacemos. Algo que está ahí, que nos acompaña cada vez que nos vinculamos con los demás, con nosotros mismos. Algo que nos pertenece irremediablemente.