«En ese momento, su rostro —que a esta altura de nuestra relación se había fundido con el mío—, era el de un desconocido. Me pregunté cuántas caras secretas habíamos guardado el uno para el otro durante los años que vivimos juntos. Nos miramos unos minutos en silencio, serios, inmersos en una intensidad que los dos habíamos olvidado. Como si buscáramos tatuar en la memoria ...