Las calles no son lugares seguros. Tampoco los cementerios, que podían ser visitados por los hábiles resurreccionistas, que pertenecían al más bajo escalafón del hampa y el submundo criminal de ciudades como Londres o Edimburgo. Estamos ante una obra única. Además de dedicar sus páginas a aquella antigua generación de anatomistas y la ciencia experimental, recoge el único diario, absolutamente real y auténtico, de ...