Imagínate un símbolo inequívocamente privado, La puerta de mi casa, con una “puerta adentro” (sus muertos amados), su “patio de atrás” (adolescencia e infancia) y “terraza” (presente o porvenir a cielo raso), que se va desplegando imprevisible y bajo el cual cabe techar —sin hacer ruido ni magnificarla— una ética privada y pública como un modo de estar cotidiano en el mundo junto a ...
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