Ye, Ye, Ye. Y la revolución se puso en marcha. Las chicas a la
vuelta de la esquina de casa y lejos de la mirada familiar
transformaban sus faldas en minifaldas y objeto de deseo. Y
los chicos comenzaron a dejarse crecer el pelo por encima de
las orejas transgrediendo el primer mandamiento paterno "peinarás
como tu padre y tu abuelo". Chicos y chicas ...