Laura Chivite nos pone delante un espejo a modo de bola de cristal y nos devuelve una imagen inquietante de nosotros mismos, que nos hace reír y nos interroga. «Seguimos hablando un rato y en un momento me pareció que se le caían un par de lágrimas. Me fijé y, de hecho, sí. Lo estaba haciendo, estaba llorando. Creo que mi presencia debió de ...
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