Así, como si nos perdiéramos
en la ciudad de él,
vamos vagando insomnes
hasta el día que anuncia
sus perfiles lejanos
con tambores tocados
aún dentro de la noche:
tambores que resuenan en su piel
y cuya música es leve
como lo que carece de peso:
yemas sobre su pulso,
uñas entre los surcos
de su espalda,
el aliento colgante
en los puentes entre uno y otro poro.
Camino de tambores tocados,
como el más suave viento,
en la ciudad de ...
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