José Ibarrola vivía entonces en una calle donde todos los balcones eran idénticos: un cuadrado perfecto con una puerta y una barandilla. Sorprendido por el concurrido ambiente del bloque de enfrente, el artista tuvo una idea. Le propuso a su hijo Martín hacer una serie de balcones: él haría las ilustraciones y Martín escribiría los textos. Al estar en casas separadas, José solía mandar ...
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