Desde las revueltas árabes al movimiento de los indignados, de las huelgas griegas a la ocupación de Wall Street, hemos asistido, sin «entusiasmo» kantiano (vale decir: distancia cómoda del espectador presuntamente crítico), a una serie de posicionamientos tácticos que venían a demostrar que, afortunadamente, no nos encontramos plenamente en la era de la «despolitización».
Más allá de la recepción, habitualmente distorsionada o con querencia ...