(Santander, 1981) creció en una casa sin tele en el salón, pero el día que salió de la facultad y se enfrentó a su primera entrevista de trabajo, tuvo que ponerse delante de una cámara. Así fue como empezó a hablar del Racing, a oscuras y jugándose su primer contrato. La contrataron, claro, y eso que ella quería ser escritora de relatos y poemas. Eso llegó más tarde. Ahora se sienta en El Diario Montañés, donde firma todo lo que puede salvo el horóscopo. Ya no improvisa, pero siempre le quedarán aquella luz roja parpadeando y el fútbol como una impensable tabla de salvación.
Una mujer se muda a Lisboa con su familia, y en el vuelo que los lleva a la ciudad donde van a vivir un año, se da cuenta de que ha olvidado una foto: la del caballo que montaba cuando era niña. Lo que en principio parece un descuido intrascendente, provoca en ella la inquietud de que en realidad se ha dejado algo más. ...
No recuerdo cuándo dejé el fútbol. Solo sé que un tiempo después aprendí a controlar el balón con las figuras metálicas de un futbolín. A pocos metros del colegio, en un bar de La Maruca, había uno extraordinario, de madera maciza y mangos que se movían como pistones, mangos pegajosos. Las bolas tenían muescas. La última vale doble en caso de empate. Pasar por ...
Una mujer se muda a Lisboa con su familia, y en el vuelo que los lleva a la ciudad donde van a vivir un año, se da cuenta de que ha olvidado una foto: la del caballo que montaba cuando era niña. Lo que en principio parece un descuido intrascendente, provoca en ella la inquietud de que en realidad se ha dejado algo más. ...
No recuerdo cuándo dejé el fútbol. Solo sé que un tiempo después aprendí a controlar el balón con las figuras metálicas de un futbolín. A pocos metros del colegio, en un bar de La Maruca, había uno extraordinario, de madera maciza y mangos que se movían como pistones, mangos pegajosos. Las bolas tenían muescas. La última vale doble en caso de empate. Pasar por ...