Reza el adagio que segundas partes nunca fueron buenas, infundada leyenda cuya veracidad, no obstante, suscribiría a voz en grito más de una celebridad; pero más raro aún entre dichos sujetos es tener el privilegio de sobrevivir al tercer acto y poder contarlo. Y eso es parte de lo que convierte la accidentada singladura vital de Brian Wilson en una epopeya tan sorprendentemente asombrosa. ...