«Maigret revivía las sensaciones de antaño: el frío, el escozor en los ojos, la punta de los dedos helada, el regusto del café. Y después, al entrar en la iglesia, una vaharada de calor, de luz tenue; el olor de los cirios, del incienso…». La última vez que Maigret visitó Saint-Fiacre, el pueblo en que nació, fue para asistir al funeral de su padre, ...
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