Todos los días te arrastras hasta tu trabajo, si tienes la dudosa suerte de tener uno, con la mirada perdida y el cerebro licuado. Eres como un zombi, agotado, deformado por tareas sin sentido; el capital, como un vampiro, chupándote la sangre. El mundo se cae a pedazos. Al día siguiente será igual. Y al otro. Parece que no hay final. El presente es ...
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