Steven Tyler (Yonkers, Nueva York, 1948) se crió junto a un piano donde su padre tocaba a Chopin o a Cole Porter. Desde niño se vio involucrado en acciones musicales que sólo tomaron una dirección sin retorno cuando en 1971 se alió con Joe Perry, su «gemelo tóxico», para fundar Aerosmith. Pasados 30 álbumes y muchos platinos, nadie discute su extraordinario talento vocal o su condición de leyenda antiheroica. Y muy pocos se explican cómo ha durado lo suficiente para escribir este libro o, sucedido el milagro, cómo ha conservado un atisbo de la clarividencia necesaria para completar la hazaña.
La trinidad compuesta por sexo, drogas y rocanrol sería a estas alturas un venerable tópico si Steven Tyler no se hubiera consagrado a ella con un paroxismo sulfúrico capaz de disolver hasta los lugares más comunes. En lo relativo al primer punto podemos afirmar que incluso los atletas genitales vacilan entre la estupefacción y la envidia cuando contemplan su inagotable repertorio de incontinencias. Con ...
La trinidad compuesta por sexo, drogas y rocanrol sería a estas alturas un venerable tópico si Steven Tyler no se hubiera consagrado a ella con un paroxismo sulfúrico capaz de disolver hasta los lugares más comunes. En lo relativo al primer punto podemos afirmar que incluso los atletas genitales vacilan entre la estupefacción y la envidia cuando contemplan su inagotable repertorio de incontinencias. Con ...