¿Y si ocurriera que, en realidad y aunque no nos percatásemos de ello, estamos sometidos a una permanente propaganda de guerra que, en todas las cuestiones de nuestra vida cotidiana nos dice no sólo lo que tenemos que hacer y pensar, sino también lo que tenemos que sentir, padecer y gozar? ¿Y si ocurriera que esa propaganda diaria de guerra fuera tan perfecta, sutil, ...