Reflexivo, crítico, desapegado, experimental, Harry Mathews combina en las páginas de Veinte líneas por día el estilo austero del diarista con el del narrador que se sumerge en su libreta como en un laboratorio. Por fuera de la falsa modestia que empasta tantas solemnes memorias literarias, este libro es un monumento al recuerdo y a la evocación. Sus amigos de la OuLiPo, Georges Perec, ...