Fue una figura incómoda, irreductible y excesiva, que recibió los peores adjetivos imaginables: amante de las matanzas, histérica, loca, caníbal. Suscitó el rechazo de muchos hombres de su tiempo, incluso de los pretendidamente revolucionarios. Los aristócratas estaban aterrados: «Esta furia me llamaba por mi nombre y me anunciaba que pronto vería caer mi cabeza y bebería mi sangre», confesó uno de ellos. La bella ...
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