Para Reuven, el curtidor, aquel fue un mal año y, al cabo de muchas vacilaciones, se decidió a vender a Zlateh, la cabra. Era vieja y daba ya poca leche, y Feyvel, el carnicero del pueblo, le había ofrecido ocho florines por ella. Con ese dinero, se podrían comprar candelas de Janucá, patatas y aceite para freír las crepes, regalos para los niños y ...
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